lunes, septiembre 29, 2008

Adios Euskadi


España es un país de curiosas tradiciones. San Isidro tiene sus toros, abril su feria, San Juan sus hogueras y los comicios su ilegalización de Batasuna. Esta última tradición, aunque muy reciente, parece haber arraigado con fuerza en la vida política de este país hasta el punto que ha llegado a ser sinónimo de las elecciones mismas. No concibo la precampaña sin las imágenes de la mesa nacional de batasuna escoltada por ertzaintzas camino de la Audiencia Nacional. Ya es un clásico como el turrón de Jijona o los Reyes Magos.Estos días y en este foro se han emitido muchas opiniones con las que estoy de acuerdo. Coincido en que ilegalizar a cualquier partido político desvirtúa la democracia de todo un estado (así de frágil es); creo también que ninguna voz debe ser acallada mediante sentencias y autos judiciales, por muy desagradable que nos pueda parecer el mensaje emitido. Me sumo a lo que se ha dicho en este foro en contra de la ilegalización de Batasuna y, con permiso, me gustaría añadir algo más. Si Batasuna, con este nombre, no concurre a las urnas el nueve de marzo, nada impedirá a sus “ilegales” representantes hablar en nombre de todo el pueblo vasco. Me explico, durante nuestra tan manida Transición los miembros del Partido Comunista se presentaban en sus discursos como los legítimos portavoces de aquellos españoles silenciados durante cuarenta años. Tras las primeras elecciones democráticas, y tras sacar tan solo un 10% de los votos emitidos, perdieron ese derecho que les daba la incertidumbre, guardaron a Ibarruri y a Alberti en el baúl de los recuerdos y se resignaron a ir perdiendo apoyo y sumando siglas hasta el día de hoy (pobre Llamazares…)Lo mismo pasa con la Batasuna del siglo XXI. Si no se le permite tomar forma en las instituciones se convertirá en un fantasma que, aunque sin poder en las mismas, podrá aterrorizar desde la incertidumbre de no saber ni quienes ni cuantos son. En Cataluña existe una historia popular que cuenta que durante la invasión napoleónica (¡que estamos de bicentenario!) los ejércitos franceses marchaban por un desfiladero sin oposición ninguna. Escondido había un niño con un timbal y la cabeza llena de ideas reaccionarias y antiliberales que, viendo el avance de las tropas, empezó a tocar frenéticamente su instrumento. Gracias al eco del desfiladero, el sonido del timbal se multiplicó y llegó a oídos franceses como si se tratase del movimiento de un descomunal ejército enemigo que marchaba a su encuentro y, muy en la línea de la mala fama francesa, se disolvió y huyó presa del pánico. Esta historia, la del “timbaler del Bruch”, representa para mi lo que puede pasar en los desfiladeros de la política vasca. Batasuna no es más que un niño armado con un timbal que aterroriza a fuerzas mayores a base de hacer ruido constantemente y guarecerse donde nadie pueda encontrarlo. Además, Batasuna tiene una característica en común con el timbal: Cuanto más le pegas más ruido hace.Dicho lo cual me gustaría compartir una reflexión que, aunque incorrecta desde muchos puntos de vista, cada día creo más cierta. ¿Por qué debemos permitir que lo que ocurra en el País Vasco contamine toda la vida política de España? Todos, desde Huelva a Figueres y de Cádiz a Finisterre, hemos hecho un gran trabajo (de treinta años) por intentar adaptarnos a los nuevos tiempos de democracia y perdonarnos mutuamente atávicas rencillas que se remontan prácticamente a la prehistoria. Mañana se independiza Kosovo, y a muchos sorprendería los paralelismos entre los Balcanes y la propia España (por cierto, lo de la “Balcanización” de España me parece una rotunda gilipollez) que ha llegado hasta tiempos muy recientes. Ellos no hicieron en su día su trabajo, nosotros sí. Miro al mal llamado “conflicto vasco” (que durante años me ha interesado muchísimo) y al final, lo único que veo, es a una sociedad que ha sido mimada durante siglos (y no exagero) y que, como un niño malcriado, se ha instalado en el eterno reproche e insaciable demanda como aquel que creía que todo le era debido. No estoy sólo hablando de los nacionalistas, de todo pelaje, sino de toda una sociedad acostumbrada a mirarse el ombligo y, lo que es peor, empeñada en que todo el mundo se lo mire. Opino sinceramente que, sin ánimo de ofender, el País Vasco ha sido y es un gran lastre para un país que, en contra de todo pronóstico, ha sabido, bien y mal, tener la voluntad de avanzar.Nuestra clase política, que salvo honrosas excepciones no merecemos, encuentra en el País Vasco un filón inapreciable para sumar dividendos a una credibilidad política que difícilmente podrían mantener mediante sus mermadas capacidades de gestión y gobierno. Al carro se suman, por supuesto, los periodistas, medios de comunicación y demás advenedizos que usurpan día tras día los poderes que, en Democracia, pertenecen a la ciudadanía. Sinceramente, si la agenda política de un país la va a marcar algún panfleto sensacionalista en indirecta connivencia con un niñato de Barakalo que le ha dado por calcinar un puesto de chuches en nombre de la libertad, considero que algo va mal en este país. Por otra parte habrá quien crea, en mesiánico delirio, que corresponde a los españoles de bien (creo que ahora se les llama “demócratas” o “constitucionalistas”) llevar a cabo la redención de aquellas “provincias vascongadas” mediante los principios democráticos, que no se puede dejar a sus suerte a tantos vascos y vascas que defienden la bandera nacional en terreno hostil a costa de su vida y libertad (por no hablar de sus bienes) en manos de asesinos y mafiosos. Pues bien, estoy de acuerdo en parte. Mucha gente se ha jugado más incluso que la vida por defender su forma de ver la vida y hacer política. Será muy triste el día que veamos emigrando al sur, a través del Ebro, a toda una tropa de “Iparraguirres” e “Imázes” mientras los Urkos López e Itoitzs García celebran el primer Aberdi Eguna de la “Independentzia” en su “tierra ancestral”. Sin embargo, si eso significase el fin de esta situación (les regalamos Treviño si hace falta) no dudaría en firmar por ello. Hemos pagado y estamos pagando un alto precio (y “coste de oportunidad”) por nuestra unidad, como si una impagable deuda con los Reyes Católicos y la Historia nos impidiese ver alternativas y caminos que una sociedad plural y democrática puede permitirse el lujo de tomar. Merecemos una España mejor y quizás, esa España, deba tener una cuarta frontera (Andorra cuenta…)

viernes, abril 18, 2008

Tratado de Lisboa


Carlos Fisas, en la segunda serie de su obra Historias de la Historia, cuenta la siguiente anécdota:
“Federico II de Prusia, que se declaraba ateo, le dijo un día a Arnaud-Barcular, que se confesaba creyente:
-¿Pero vos creéis todavía en estas tonterías?
-Sí, señor-respondió el sabio-. Necesito creer que existe alguien superior a los reyes”[1].
Resulta curioso que tanto el emperador de Prusia como su vecina y rival, la Zarina de Rusia, fuesen apasionados protectores[2] de los grandes pensadores cuya filosofía terminó por consumir y destruir la Europa de los tronos y las testas coronadas. El Dei Gratia se sustituyó o complementó en las monedas del XIX con modernos vocablos tales como “Nación” o “Constitución” y las casas reinantes, como una gran familia venida a menos, se aferraron a tradiciones y ritos vacuos en espera de su propia extinción. Huérfanos de regias dinastías que les aten, los pueblos de Europa se unen ahora en torno a abstractas ideas como la nación, la dignidad, la libertad y la igualdad; conceptos que no comprenden[3] pero que les suenan mejor que la reciente servidumbre, el hambre y los gorigoris litúrgicos. El nacimiento de la Nación enfrentará por enésima vez a los pueblos de Europa dividiendo el “Viejo Continente” en un indescifrable mosaico de Estados que, regularmente, precisan enzarzarse entre ellos para reforzar su identidad “contra el otro”.
No es este el lugar ni estamos calificados para dar cuenta de todos los acontecimientos que median entre el fin del ancien regime y el triunfo de la democracia parlamentaria; sin embargo convendría, para no desviarnos más del tema que nos ocupa, dar cuenta de cómo la idea de Europa trasciende el devenir de los acontecimientos, adaptándose y sobreviviendo a unas sociedades convulsas y en constante transformación.
De todos los sucesos reseñables que salpican la historia de Europa, quizás sea la caída de Roma el que más ha marcado (y traumatizado) el pensamiento de Occidente. La consciencia de haber sido un solo pueblo sólo ha sido superada por el deseo de volver a serlo.
Con la caída del Imperio Romano todavía reciente, no serán pocos los reyezuelos bárbaros que traten de presentarse ante los vencidos como lugartenientes, o delegados del basileus o Emperador de Bizancio. Cuando, en el la Navidad del año ochocientos, Occidente se independiza para siempre de Oriente, los emperadores del Sacro Imperio son nombrados sucesores de los césares de Roma bajo la auctoritas del Papa. Porque, si queremos hablar de una verdadera autoridad común a todos los europeos del Medievo deberemos referirnos a la autoridad espiritual de la Santa Sede. En el Papa recaía, por su condición de vicario de Cristo y sucesor de Pedro, la capacidad de atar y desatar. Esta autoridad trascendía el campo espiritual y facultaba al Santo Padre para legislar mediante decretos universales todos aquellos asuntos que estuviesen relacionados con la salvación (ratione peccati), es decir: todos.
Durante siglos, “Europa” y “Cristiandad” fueron sinónimos y el poder civil estuvo sometido a las directrices de la Sede Apostólica, la potestas a la auctoritas, de la que recibía, además, su legitimidad y razón de ser. Por supuesto fueron necesarios muchos siglos para que la doctrina hierocrática de la iglesia fuese tomando forma hasta que, como a menudo sucede en la Historia, alcanzase su punto culminante justo antes del desplome. De hecho la Bula Unam Sanctam (documento máximo de la autoridad papal) fue promulgada por el mismo Papa que vio el inicio del fin de su autoridad universal: Bonifacio VII.
Es muy significativo lo que ocurrió entre París y la Santa Sede ya entonces. Bonifacio VII fue elegido Papa por abdicación del anterior y, ante semejante anomalía, dos cardenales de la familia “pro imperial” de los Colonna se negaron a reconocerle y acatarle en la cátedra de San Pedro. Ante su desobediencia, Bonifacio VII decretó una cruzada contra la familia Colonna obligando a los purpurados a buscar refugio en la corte de Felipe el Hermoso de Francia que, a su vez, había empezado a cobrar impuestos al clero para hacer frente a los gastos del Estado. Con el fin de reafirmar su autoridad frente al “Cristianísimo”, el Papa pone en orden sus prioridades y emite la bula Credicis Laicos para prohibir cualquier impuesto sobre los eclesiásticos. El de Francia prohíbe a sus vasallos pagar el óbolo y Roma, sorprendida por la falta de sumisión de su Real vasallo, le impondrá, so pena de excomunión, que firme la paz con Inglaterra y el Imperio. Es entonces cuando el monarca declara firmemente que su gobierno no reconoce ningún superior en materia de asuntos temporales.
Por supuesto, el enredo continúa y, de hecho, el desafío de Francia a la Santa Sede será uno de los sucesos que precipiten el Cisma de Occidente. Sin embargo, para lo que nos ocupa, es suficiente señalar lo que subyace tras esta especie de culebrón medieval. La reafirmación de las monarquías nacionales se hará contra el poder universal del Papado. Y será Francia, para bien y para mal precursora de la Europa moderna, quien decida fragmentar una autoridad superior en pos de una mayor soberanía personal. No es gratuito que el mismo Shakespeare, siglos después, ponga en boca de un Delfín de Francia los siguientes versos dirigidos al cardenal Pandulfo, mensajero de las órdenes de Roma:
“Vuestra merced me perdone; no voy a retroceder.
Demasiado alta es mi cuna para ser poseído,
Para ser un segundo a las órdenes de otro,
O útil asistente e instrumento
De cualquier estado soberano del mundo” [4]

Durante los siguientes siglos la autoridad universal del papado quedará fragmentada y paulatinamente atenuada para nutrir la aparición de lo que con el tiempo se dará en llamar Estados Nacionales. Sin embargo, el concepto de Europa como algo más que una inexistente delimitación geográfica había calado hondo en la conciencia colectiva de occidente. Desprovista de su contenido espiritual, la noción de Europa se erigió como un término indeciso, cuando no alegórico, de una unidad ancestral, casi mítica, de los pueblos del continente. Y así pasamos de las imágenes de obesas mozas barrocas a lomos de blancos miuras a la gran pregunta que trasciende los siglos sin perder vigor ni ganar claridad: Europa, aber wo liegt es? Ich weiss das Land nicht finden[5].
Mientras “Europa” vivía exiliada en el “mundo de las ideas”, sobre el continente se extendió un tapiz multicolor de estados celosos de su soberanía y obstinados hasta la demencia en conservarla e incrementarla. Ni siquiera entonces la idea de la unidad de los europeos perdió fuerza, tan sólo se degradó y vinculo a ideas imperiales cada vez más dementes. Avocados a una eterna lucha y sin ningún enemigo exterior, los soberanos estados de Europa adoptarían la costumbre de reunirse periódicamente sobre un mapa del continente, modificar las fronteras en busca de “equilibrio de fuerzas” para, acto seguido, volver a enzarzarse en luchas sin sentido ni fin.
Todos conocemos la historia reciente de Europa. Es sabido que aguantamos la primera Guerra Mundial, no la segunda; sabemos lo que ocurrió en la “civilizada Europa” hace apenas sesenta años y, como niños que jugando a tirarse piedras matan accidentalmente a un compañero, sabemos del horror que nuestros irreflexivos actos son capaces de producir. Nos resulta inimaginable lo que debieron de pensar los europeos en 1945 para, por primera vez, conjurarse sinceramente en favor de una paz perdurable en el continente. Seguramente la visión de una Europa en ruinas, cercada por enemigos y obligada a mendigar fuera de sus fronteras debió de ser un duro golpe para aquellos individuos acostumbrados a poseer todas las naciones del mundo con toda su gloria. En todo caso fue muy positivo el hecho de que decidiesen aceptar que una Europa de estados plenamente soberanos nunca podría conocer la paz.
Este escrito no pretende convertirse en un panegírico de la Unión Europea (que, por cierto, aún no abarca toda Europa). A lo largo de su pasado y en su presente, la Unión ha sido salpicada por la mezquindad y egoísmo inherentes a la condición humana (como no podía ser de otro modo, pues por y para humanos está hecha la Unión). Sin embargo, esa terrible idea judeocristiana de la pureza que, trasladada a la idea de Europa, pretende que cualquier crítica a la Unión se traduzca en la negación íntegra de la misma, parece contagiarse a las filas de los llamados “europeístas”. En este trabajo, por el contrario, somos de la opinión de que, a la larga, la loa ciega e irreflexiva puede ser peor que la crítica, pues mientras esta última ayuda a crecer y mejorar, aquella adormece y abotarga al objeto de sus elogios. Tampoco estamos con aquellos que, como aquel conde pirenaico que en su blasón portaba la leyenda “O Rei o res”[6] , quieren un “superestado” europeo o nada. Frente a la simpática megalomanía que siempre nos ha caracterizado a los europeos, fue la doctrina del “paso a paso” de Monnet y Schumann la que ha dado los resultados más impresionantes e impredecibles. Sin embargo el “paso a paso” es sinónimo de andar y, como una bicicleta, la Unión se tambalea más cuando más despacio avanza.
Si el traspaso de soberanía de los estados es lo que ha hecho avanzar a la Unión, es necesario aceptar que lo contrario la frenará y debilitará. A veces da la sensación de que los actuales mandatarios europeos empiezan a temer a la criatura que sus antecesores han ido creando. Es como aquel campesino que lleva años cebando a su vaca, de la que obtiene leche y, un buen día, asustado porque el animal ha crecido más de lo deseado, decide rebajar, en su ignorancia, su ración de heno: el famélico animal no dará más leche y, en consecuencia, quedará inútil.
Catastrofismos aparte, no parece que el actual Tratado de Lisboa sea fiel al unívoco deseo de la mayoría de avanzar hacia una mayor cohesión continental (Gran Bretaña es otra historia…).


Al parecer, la aparatosa pompa con la que se revistió el monasterio de Belem para la firma del Tratado era de todo excepto frívola. Recordemos el soberbio montaje de luces que teñía los muros del claustro con los colores nacionales de los estados miembros cada vez que los respectivos jefes de delegación plasmaban su rúbrica en el documento. Aparte del discutible acierto que supone el predominio concedido en la ceremonia a los símbolos soberanos de cada estado, lo que está fuera de toda duda es que esta puesta en escena obedeció fielmente al espíritu del Tratado. Pero, ¿no hubiese sido mejor que una sola bandera, la de la Unión, hubiese presidido el acto? A quien crea que los símbolos carecen de importancia, habría que recordarle que nos estamos refiriendo a unos pueblos que llevan siglos despanzurrándose entre sí para ver ondear sus respectivas banderas en nuevos y dilatados horizontes. No, no procede ahora desempolvar las insignias patrias ni “redescubrir” peligrosas ideas soberanas que puedan entorpecer lo que tanto y a tantos ha costado conseguir. “La diversidad” es algo positivo sólo cuando no imposibilite el estar “unidos”.
Y es que, digan lo que digan interminables tomos de ingeniería jurídica, la Unión hace mucho que dejó de ser competencia privativa de los Estados y sus volátiles gobiernos. La legitimidad de los parlamentos nacionales no alcanza para dirigir o gobernar la unidad de designio que representa el proyecto Europeo. La elección indirecta o la aritmética post electoral no son sino una espuria forma de gobierno que sólo puede perdonarse cuando el rumbo que toma obedece a los íntimos deseos de la relegada mayoría. Dicho de otra forma, La Unión será unión de Estados sólo si estos demuestran ser el instrumento más eficiente para llevar a cabo el fin al que se deben. Si los gobiernos deciden actuar en contra de la Unión, entonces están contraviniendo un acuerdo tácito por el que la ciudadanía sacrifica temporalmente su voz a cambio de que los gobiernos puedan avanzar con mayor eficiencia. Nadie ha otorgado a los gobiernos la legitimidad para entorpecer el crecimiento de la Unión, pues esta se encuentra por encima de cualquier gabinete o suma de gabinetes. Algunos gobiernos parecen haber olvidado las consecuencias de las glorias nacionales, de la grandeur. La plena soberanía en un mundo global es casi una entelequia que sólo los necios, intoxicados de ficciones imperiales, pueden creer factible. Quizás Europa debiera darse un nuevo lema para conjurar viejos peligros; quizás, y en homenaje a Francia, fuese provechoso bordar junto a la bandera un rotundo “Messieurs, le nationalisme c´est la guerre!”
Pero, ¿qué representa para el ciudadano común la Unión Europea? Sinceramente, para muchas personas decir UE es lo mismo que decir PRODER o FEDER, mercedes por el páramo y ermitas restauradas. Para otros es sinónimo de trenes veloces y cuatro carriles por sentido en la autovía e incluso habrá quien asocie Europa con no renovar el pasaporte ni cambiar divisas en aeropuertos estivales. No debemos olvidar tampoco a aquellos para quienes “Europa”, en abstracto, podría semejar (con perdón) al “superyó freudiano” de su propio país, aquello que, aunque desconocido, se nos presenta como un ideal a seguir y al que aspirar (todos hemos oído alguna vez a alguien iniciar una diatriba con el consabido “esto en Europa sería impensable…” aunque luego resulte que no sólo es pensable sino que es tan normal como aquí).
Se ha dicho que “Bruselas está muy lejos” y es que, precisamente en esa distancia, radica el atractivo de la Unión. Incluso los ciudadanos de democracias recientes estamos hastiados de una clase política que, en su búsqueda de “cercanía”, ha conseguido hacerse empalagosa e irritante. El desprestigio de las clases (políticamente) dirigentes es desesperanzador si se tiene en cuenta que han monopolizado y viciado todo conducto de participación ciudadana. Son varios los países que han conservado la institución de la monarquía en un intento de establecer, dentro de sus fronteras, un símbolo imparcial del Estado, superior a las luchas partidistas del juego político en democracia. En Europa, el oficio de rey consiste en saber marcar distancia entre la Corona y la clase política, permaneciendo inmaculado para poder representar así al Estado en su conjunto.
La idea de que la clase política nacional ostente, en ciclos de cuatro años, la plena potestad en asuntos públicos es aterradora. Como en la época del despotismo ilustrado, el pueblo depende más de la buena voluntad de los gobiernos que de su propia capacidad para imponer sus deseos. Si en su día esto se evitó repartiendo el poder central entre diversas instituciones, quizás ahora corresponda hacer una nueva división y trasladar parte del poder soberano a un ente superior más allá de nuestras fronteras.
Y es que, como en su día dijo Arnaud-Barcular, todavía necesitamos creer que existe algo superior a nuestros gobiernos.
[1] Fisas, Carlos. “Historias de la Historia. Segunda Serie”. Ed. Planeta, Barcelona 1984. Pág. 178.
[2] “El siglo XVIII no tuvo más que dos nombres ilustres entre los soberanos, Catalina y el gran Federico; y estos nombres son los de los amigos de los filósofos y de los apoyos de la filosofía”, dirá el conde de Saint-Simon en el prólogo de “La organización de la Sociedad Europea”
[3] Se cuenta que durante la época de la Convención, un grupo de aldeanos de Francia pararon un lujoso carruaje para obligar a su pasajero a gritar “Vive la Nation” para, acto seguido, preguntarle el significado de la palabra “nación”.
[4] Shakespeare, W. El Rey Juan. Quinto acto. Esta cita ha sido a su vez extraída de Desobediencia civil, de Henry D. Thoreau.
[5] Juego de palabras alemán, atribuído a Göethe cuya traducción literal es: “Europa, pero ¿donde está/qué es?”
[6] “O Rey o nada” del Conde de Urgell, adversario de la Casa de Barcelona por la hegemonía en el principado. Se quedó en nada…

lunes, marzo 26, 2007

FEOS

No quiero ofender a nadie con este escrito, es fruto de mi propia frivolidad y mal carácter, sin embargo hay cosas que puestas por escrito alivian más que vomitadas en la sobremesa del infame menú de la facultad. Si alguien se siente ofendido por algo de lo que voy a escribir a continuación, le pido humildemente que se joda y recapacite, que la ofensa perpetua es el recurso general de las personas débiles, perezosas, ignorantes o sencillamente malas. Además, aunque ya he dicho que este artículo es pura frivolidad, nunca he creído que una opinión, al margen de razones de cortesía y elemental educación, deba ahogarse en el ego y mala fe del que la oye y raramente escucha.
Dicho esto, cada vez que veo la televisión o leo un periódico me doy cuenta de que el maniqueísmo moderado es una eficaz manera de entender lo que pasa alrededor. Cada vez estoy más convencido de que la Historia humana no es sino la lucha entre aquellos que abanderan la esperanza y los que se escudan en el miedo. Esta última frase debería desarrollarla para su mejor comprensión, cosa que haré un día de estos pero no hoy, ya que he dicho que voy a ceñirme estrictamente a mi faceta más frívola. Pues bien, en España en general y en Madrid en particular es ya imposible ir a comprar pastelitos al centro los fines de semana sin encontrarte envuelto en un sketch en la vía pública sufragado por los que administran el miedo y producido por los guionistas de Cuentame. Quien, como yo, ha vivido en la creencia ciega de que la elegancia era un rasgo inherente a la Derecha, entenderá la profunda tristeza y frustración que me embargan mientras escribo estas líneas. Me encanta la fragancia compuesta por maquillaje caro y excesivo sobre piel apergaminada cubierta en su mayor parte por un buen abrigo de pieles, si alguna casa de perfumes se arriesgase a sacar al mercado un producto que reuniese estos elementos tendría en mi su mayor (y seguramente único) cliente. Remontar Goya o Serrano un domingo después de misa es un placer para el olfato que, influyendo en los otros sentidos, te hace amar a esos venerables pedazos de la Historia de España que sorben sus calditos y compran pasteles en Mallorca o alguna terracita del Jardín de Serrano.

Pues bien, algo malo ha debido suceder en el País de las Maravillas. Hace apenas dos semanas, estando cerca de Colon, me di cuenta de que las amables ancianitas del Barrio de Salamanca habían sido transmutadas, por hechizo, en irascibles osos que, cubiertos de pieles y con largas zarpas rojas, peregrinaban furiosos y crispados hacia el Paseo de la Castellana con Génova donde, subido en una plataforma, un malvado brujo parecía renovar su perverso encantamiento con consignas cuya comprensión se me escapa. Los terribles osos-ancianitas no estaban solos, de hecho eran una minoría diluida en una masa heterogénea formada por los elementos más dispares. Junto a las marquesas, y en franco y alarmante compadreo, individuos de apariencia rayana en lo criminal hacían suyas aquellas consignas que las Señoras, por ignorancia o decoro, no se atrevían a gritar. También vi a gente de mi edad, pulcramente vestidos y mejor peinados que, con el pecho inflado y el corazón acelerado tras jugadores de polo, cocodrilos o caballeros medievales lanza en ristre, hacían una demostración excelente de lo que un niño bien nunca debería hacer. También vi (esto empieza a parecerse al Apocalipsis) cientos de carritos de bebé, de lisiados, de ancianos y de perezosos; madres y padres de impecable aspecto con sus hijos de la mano e incluso alguna sudamericana con cara de poker cuidando de rubios y níveos querubines cuando los progenitores de estos eran poseídos por la euforia del momento.

En resumidas cuentas, gentes de todas las clases sociales, sexos, procedencias y razas se arremolinaban juntos como iguales bajo un mar de banderas: El Reino de Dios está cerca…

No voy a extenderme acerca de lo que se dijo en esa manifestación. El orador principal, un mago de primera, demostró sus capacidades hasta más allá de lo imaginable al hacer bailar a la masa al son himnos caducos que, hasta entonces, habían sido abucheados por aquellos que ahora quedaban afónicos aullándolos. Me fui mucho antes del clímax, aunque lo pude ver cómodamente desde el salón de mi casa, y ciertamente lamento no haber participado en aquella orgía eufórica con la que nos obsequió nuestra querida derecha nacional. Sí, lo lamento mucho. Cuando recuerdo las pocas manifestaciones a las que he ido me avergüenzo de tanto sentimiento ñoño de libertad, de igualdad, de bondad y de universalidad; Los tambores coñazo de masas piojosas y descalzas son algo realmente desagradable si las comparamos con la furia y determinación de los neopancarteros conservadores, no sólo eso, recuerdo que casi todas las manifestaciones a las que he ido han sido atacadas en alguno de sus flancos por las Fuerzas de Seguridad del Estado mientras que, en las de ahora, las autoridades se revelan como los más celosos defensores de nuestros Derechos y Libertades. Siendo un poco perversos, debo reconocer que en mis delirios me gustaría ver la reacción de la Derecha si sus partidarios callejeros sufriesen la mitad de palos que los cerdos izquierdosos de antaño, y, siendo aun más perversos, me avergüenza mi profunda tristeza al pensar que nunca veré en los periódicos la foto de la Marquesa de Puñonrostro, mutada en ardilla voladora, planeando por el cielo con su abrigo de visón al ser disparada por el cañón de agua de los antidisturbios. Perdón.

Dicho esto debo admitir que en el fondo (muy en el fondo) siento gran cariño por las marquesas, Señoras, y a casi todo aquel al que la fortuna le ha venido injustificadamente y que, anclada su mente y condicionada su forma de pensar por la ignorancia, es victima de aquellos que le amedrentan con relatos de un futuro pavoroso. Por quien no siento más que desprecio y asco son aquellos que sacan partido del miedo de los demás o aquellos que, por miedo, cobardía o pura maldad, hacen de este mundo un lugar peor. Existe aun una tercera clase, la de los carroñeros, que está formada por personas cuyas deficiencias vitales y miserias personales tenemos que pagar los buenos ciudadanos; aquellas personas que, por su incapacidad por medrar en su vida privada, lo hacen en la pública, aportándonos todos sus complejos, miedos, ambiciones y, en suma, haciendo del malestar su forma de vida.

Cojamos como ejemplo al filósofo Sabater. Animo a todos a que compren su biografía, arranquen las páginas centrales (las fotos) y quemen el resto. Ahora dediquen cinco minutos de minuciosa observación a cada foto en la que nuestro Sócrates hispano esté retratado, seguro que en algún momento coincidirán conmigo en algo tan obvio que mucha gente pasa por alto. Efectivamente, Sabater es y ha sido siempre de una extrema y espectacular fealdad. Ver el álbum de fotos de una persona fea es algo que nos puede deparar grandes sorpresas, pero en el caso de Sabater hemos de aceptar unánimemente que fue un niño feo, un adolescente feo, un joven feo y un adulto feo. Sabater no tuvo edad de oro; de niño parecía un sapo rijosos, como adolescente salta a la vista que se la pelaba más que un mandril de Igueldo (raza extinta al morir de extenuación) y de joven se le adivinan largas caminatas nocturnas con un pensamiento inmutable en la mollera: “hoy tampoco”. Lejos de mi intención atacar a la gente fea, soy el último que se lo puede permitir, sin embargo entre mis innumerables defectos se cuentan la desconfianza hacia la gente de fealdad prolongada y mi terror a la gente bajita. La experiencia me dice que las taras físicas mal llevadas suponen la deformación del carácter y la forma de ser. Recuerdo con cariño a un amigo mío, bajito, feo y con chepa, que al llegar a la pubertad abrazó con entusiasmo excesivo los postulados del independentismo catalán más radical. Con el tiempo comprendí que la euforia con la que bailaba en los conciertos de Ska nacionalista se debía a que, mientras el resto veíamos a nuestro pequeño engendro convulsionándose con torpeza en el centro de la pista, él se imaginaba guiando, a pecho descubierto, a las masas tras las barricadas en una batalla contra el odiado ocupante español. Dicho de otra forma, todo ser acomplejado anhela ser amado y admirado por las masas que hasta entonces le han ignorado y ante las que se siente cohibido y avergonzado. Haced la prueba, mostrad a uno de estos seres La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix, y tened por seguro que mentalmente están dándole una patada en el culo a la Libertad y poniéndose ellos en su lugar. Algo que, por cierto, tiene múltiples lecturas…

¿Es toda la gente fea susceptible de convertirse en un Sabater? En absoluto. Hay gente fea que ha hecho grandes cosas y enanos cuya vida ha supuesto un mundo mejor, entonces ¿Cómo identificar a los malos feos? Sencillo. Una persona fea acaba siendo arrebatadora cuando se deshace de sus complejos y decide que su vida no va a girar en torno a su tara. Todos habremos visto casos de feos que, haciendo caso omiso a sus defectos, resultan ser los más ligones de clase.
Frente al feo que, a fuerza de voluntad, deja de serlo nos encontramos al feo que además de blando, es un llorón. No se quien dijo aquello de que en esta vida se puede ser de todo menos un llorón, pero la clavó. El feo tipo Sabater llora continuamente, consigue amor por lástima, sexo con más lastima y reconocimiento por victimismo. Según la RAE “hacerse la victima” es “quejarse excesivamente buscando la compasión de los demás” mientras que “victima” tal cual es, entre otras cosas, una “persona que padece daño por culpa ajena” o por causa fortuita y también “persona o animal sacrificado o destinado al sacrificio”. Bien está que alguien que ha sufrido y sufre persecución o que ha visto morir a sus seres queridos busque que esta situación cese y los culpables paguen de acuerdo con el ordenamiento jurídico. Al fin y al cabo la justicia no es más que la suprema y constante voluntad de dar a cada uno lo que merece. Sin embargo cuando vemos a ciertas victimas por televisión clamando y demandado Justicia no debemos perder de vista que la justicia, cuando pierde su justa medida, se convierte en venganza y esta es incompatible con la Justicia. En un país que se cuenta entre los más civilizados del orbe y donde la pena de muerte no existe, hay que ser muy miserable para, parapetado tras el victimismo, se pretende doblegar a la sociedad para satisfacer los más oscuros y perversos instintos. Porqué, no nos engañemos, los mandos de la AVT no quieren Justicia, quieren ver a los etarras muertos pero no tienen el valor de empuñar una pistola y pegarles cuatro tiros por la calle. La compasión general, el reconocimiento social y la posibilidad de medrar en la res publica sin haber sido votado por nadie suponen un sillón demasiado cómodo como para abandonarlo en pos de llevar a cabo los oscuros deseos. Alcaraz, presidente de la AVT, no es un feo como Sabater, pero tiene un algo que le equipara al filosofo de camarilla. Su voz, irritantemente atiplada, y ese pucherito que no termina de soltar nunca, le convierten en el paradigma del llorón. Como un canguro recién nacido, Alcaraz parece trepar por los mechones del poder, lenta y quejosamente, hasta la cálida bolsa materna donde, amamantado generosamente, lanza sus insulsas proclamas que serán calurosamente aplaudidas por una audiencia a la que su hermano muerto, el terrorismo de ETA, la situación vasca y la unidad de España se la trae floja pero que defenderá mientras pueda sacar provecho. No se por qué no me creo ni una sola de las palabras de Alcaraz.

Creo que Sabater y Alcaraz son dos tipos que ejemplifican muy bien lo que torpemente pretendo explicar. Ahora vamos a ejemplificar. Frente a nuestros feos llorones podríamos poner un tercer ejemplo, el de la Sra. Manjón. Perdió a un hijo y, aunque no sé cuantos hermanos equivalen a un hijo y tampoco creo que sea este lugar para dedicarse a estas miserias, debemos aceptar que el dolor por semejante pérdida es tan profundo como indudable. La Sra. Manjón se dirige a la audiencia con una fuerza que nace de dentro y se contagia, guarda sus lagrimas para la intimidad y sólo cuando son inevitables las podemos ver, sinceras y desgarradoras, en nuestras pantallas; sus palabras transmiten una honradez y una seguridad que llaman a la verdadera compasión, no al odio ni al deseo de venganza. Si la comparamos con un Alcaraz que murmura incongruencias pegajosas hecho un ovillo ante la audiencia, la Sra. Manjón es eso, una Señora cuya fuerza es tan grande que ciertas mentes miserables se atreven a atacarla como solo la gente ruin y baja puede hacerlo: atacando las espinillas de quien, por su altura, se sabe que no va a defenderse.
Somos una sociedad miserable y perversa, preferimos amparar la miseria a defender la valentía. Somos un país de pueblos pequeños, de envidias y dobles raseros, damos palmaditas en la espalda a quien no lo merece y la espalda al necesitado. Siempre con el “algo querrá este” para quien no quiere sino el bien de todos y siempre prestos a admirar al mediocre y al perverso. Somos un país temeroso de la grandeza, preferimos héroes a nuestra escala, modelos fáciles que reúnan las más bajas pasiones y las presenten como virtudes a imitar. Nos aterroriza la posibilidad de mejorar, atacamos a quien vale sólo por que, con su forma de proceder, nos demuestra hasta que punto la cochambre y la miseria moral han llegado a formar parte de nuestro ser. Somos un país donde Sabater es considerado filósofo, donde Alcaraz es vitoreado y donde las señoras recién comulgadas se lanzan a una orgía de odio y crispación. Nuestros nóbeles hacen gala de ser a la vez potentes bombas hidráulicas, nuestros intelectuales eyaculan hacia dentro, nuestros políticos ignoran otra lengua que no sea la castellana y el ciudadano, pasivo y expectante, se congratula de que en esa mediocridad general la suya propia pase desapercibida. España es, ahora más que nunca, el país de los feos.

martes, diciembre 05, 2006

CONSUMO

Hoy, en la 2 de Televisión Española, Documentos TV ofrecía un monográfico sobre el consumo. El documental comenzó, cómo era de esperar, afirmando que un ciudadano medio puede llegar a ver hasta siete mil anuncios al mes, que compramos demasiado, que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Después de esta feria de las obviedades, esgrimidas con pericia por sesudos psicólogos, sociólogos y expertos en general, el documental degeneró en una orgía perversa de anoréxicas, compradoras compulsivas, mórbidas mujeres, y adictos arrepentidos varios. Una pena.
El programa de Pedro Erquicia suele ser muy bueno, sobre todo cuando se trata de mostrarnos la miseria de la prostitución, la pobreza, las guerras o el tráfico de órganos. Documentos TV, avalado por dieciséis años de rodaje, ha llegado a ser un modelo para los programas de investigación que a diario se estrenan o sobreviven en el resto de cadenas de televisión. Desde su exilio en el canal de los bichitos y series de los ochenta, Erquicia es imitado por otras glorias de la televisión cómo la presentadora de 7 Días y 7 Noches o Mercedes Milá. Teresa Viejo, desafiando su apellido a golpe de lifting, se empeña en mostrarnos un mudo de violencia, crimen, aberraciones y tías en pelotas; en cuanto a la aristócrata catalana, nuestros mayores aseguran que antaño fue una gran reportera, personalmente creo que perdió mucha de su autoridad moral cuando se empeñó en hacer público el placer que experimentaba meándose en la ducha. Ni siquiera Concha Velasco ha llegado tan lejos anunciando Indasec con esa risa tonta en los labios.
Esta noche Pedro no se ha lucido. El documental prometía mucho y se ha quedado en una especie de freak parade de lo cotidiano: la anoréxica se siente culpable, la gorda más; la adicta a las compras ya no pude pagarse un psicólogo y una madre clama auxilio porqué su hija la ha arruinado de tanto bajarse politonos. Sin embargo todas tienen algo en común: un gran sentimiento de culpa. Todas las afectadas se lamentaban de ser constantemente bombardeadas por imágenes que las incitaban a consumir desaforadamente. ¿Quieres estar guapa? Toma yogures 0%m.g. ¿quieres estarlo más? vomítalos ¿quieres ligar? Compra estos vaqueros ¿quieres estar en la onda? Bájate en tu móvil el politono de Bisbal. Sí, pero no eres guapa, los vaqueros no te caben y tu móvil no acepta politonos aunque mueras de inanición haciendo el Plan Quince Días de Special-K. Llegados a este punto sólo nos quedan dos consejos que dar a nuestra desgraciada amiga: acéptate o jódete.
Bien, ahora que nuestra amiga nos ha dejado para ir a ahogar sus penas en una tarrina XXL Häagen-Dazs de chocolate, es el momento de tomar el asunto en serio. Que la culpabilidad funciona es algo que las Religiones del Libro nos vienen demostrando desde que Eva comió la manzana. La culpabilidad está clavada en el corazón de nuestra cultura desde hace milenios, en casi todas las civilizaciones se repite el mito de la pérdida del paraíso por culpa del hombre (o la mujer). Una persona aplastada bajo el peso de la culpa es más dócil y sumisa que la que asume como propios únicamente los errores que considera suyos. El crucificado de mirada lastimera y acusadora ha sido sustituido por Esther Cañadas y sus exagerados morros. Hemos ganado en cuanto a la estética pero retrocedemos en los valores. En uno de los artículos anteriores de este blog ya establecí cierto paralelismo entre la religión y el mercado, así que sin ánimo de extenderme más tan sólo me gustaría plantear unas cuestiones.

Primera: La publicidad muestra modelos, lo que en el campo de la estética podría considerarse cómo los “tipos ideales” de Weber. Esto es un caso al que se le ha exagerado sus elementos característicos para servir de ejemplo extremo y facilitar el análisis. Los “tipos ideal” de Weber no se dan nunca en la naturaleza, tan solo se usan de manera artificial y abstracta para facilitar una investigación. El ejemplo más claro en publicidad sería la imagen del triunfador, tan abundante en los anuncios y tan imposible en la realidad.
Segunda: Los medios de comunicación constituyen en la actualidad una de las más eficaces herramientas de socialización del individuo; son una fuente universal de patrones de conducta y valores compartidos.
Tercera: Los medios de comunicación presentan los “tipos ideales” como algo real y común.
Cuarta: Si los “tipos ideales” son algo prácticamente imposible en la realidad y los medios de comunicación los presentan como algo común, forzoso es llegar a la conclusión de que los medios de comunicación mienten.
Quinta: Si los medios de comunicación mienten, a pesar de tener la responsabilidad que describo en la segunda cuestión, es imperativo tratar de averiguar el por qué.

Seamos breves. No creo ser un genio si digo que una gorda acomplejada consumirá más productos que una gorda satisfecha. Una gorda acomplejada gastará en productos de belleza, dietética, ropa, fitness, light y pilates mientras que una gorda satisfecha es más susceptible de tender al naturismo y otras prácticas poco onerosas. En un país con 120K/h de velocidad máxima permitida un SEAT Panda es igual de útil que el “todocaminos” de urbanita pretencioso.
Casi 100% de los ciudadanos del primer mundo tiene, desde que nace hasta que muere, las necesidades básicas cubiertas. Todo lo que exceda demasiado de mantener cubiertas dichas necesidades puede considerarse, y de hecho se considera, derroche. Sin embargo hay que ser realistas, la economía del consumo tiene su pilar básico en el “derroche”. Consumir cosas básicamente innecesarias es lo que mantiene a flote nuestra economía, el derroche de unos es la forma de vida de otros que a su vez tienen que derrochar para que la máquina siga su curso y nadie resulte herido. Sin derroche volvemos a la cueva y, aunque esta opción puede parecer muy aceptable, cualquiera que vaya de excursión a la sierra de Madrid descubrirá lo imprescindibles que unas sábanas limpias y agua caliente pueden llegar a ser. Sin el derroche general todos salimos perdiendo, luego el derroche deja de ser tal cosa para convertirse en algo imprescindible en nuestro modo de vida.
El primer paso que debe dar un alcohólico que pretende dejar de serlo es aceptar su condición. Imitemos al encomiable borracho y admitamos que el consumo exagerado es lo que nos mantiene a flote, aunque sólo sea como primer paso para cambiar tan exasperante situación. Cuando hayamos asumido nuestra condición de derrochadores en toda su dimensión miremos el mundo que nos rodea y admiremos el hecho de que, a día de hoy, el número de desnutridos y de obesos a nivel global se ha igualado por primera vez en la historia. Este paso no es fundamental, pero una cultura tan dada a la culpabilidad debe nutrirse periódicamente de ella para avanzar. Ahora, bien culpabilizados y concienciados, es el momento de buscar una solución.

Después de pensarlo mucho, siempre llego a la misma conclusión de siempre, la menos espectacular y la más prosaica: consumo moderado, recursos renovables, políticas económicas sostenibles, huelgas de consumo, más interés por la cultura…

En Suma, dejar de mirarnos nuestro orondo ombligo, empezar a mover nuestro gordo y culpable trasero y descojonarnos de los morros de la Cañadas y del morro de los cabrones que han cubierto la fachada del Corte Inglés con semejante esperpento.

martes, noviembre 21, 2006

La Fortaleza del Débil

Cuando era pequeño una de las cosas que más enfurecían a mi padre era la llamada fortaleza del débil. Nunca entendí bien lo que quería decir cuando mencionaba semejante contradiccion, quien se ha criado en Catalunya tiende a relacionar "débil" con "minoría" y esta con "nación ocupada y sometida privada de sus derechos colectivos". Sólo después de algun tiempo conseguí entender que con "fortaleza del débil" hacemos referencia a la actitud de quien, por estar en situación de inferioridad, obliga a los demas a comportarse de una manera "magnánima" a sabiendas de que su inferioridad le exime de cualquier actitud de reciprocidad e incluso gratitud. Poniendo un ejemplo poco afortunado (que son los que más gustan) podemos decir que cuando un miembro de una minoría étnica hace uso de su condición marginal para colarse en la cola del supermercado y pretende no ser reprendido por ello en razón de las múltiples injusticias que presumiblemente sufre está haciendo uso de la fortaleza del débil. La Real Academia, siempre tan aséptica en sus definiciones, afirma que el significado de "debilidad" es "falta de vigor o fuerza y carencia de energía o poco vigor en las cualidades o resoluciones del ánimo". Los sesudos académicos seguramente tendrían prisa por acabar la jornada de trabajo aquel día y dejarón la definición incompleta. La debilidad ha sido el motor de occidente casi desde sus inicios: Jesús preside, moribundo y derrotado, la liturgia católica desde el altar de nuestas iglesias, la burguesía arrasó con las estructuras feudales basadas en la fuerza bruta y las minorías (o élites) gobiernan en todos los ámbitos de nuestra vida. De los treinta y tres años de la vida de Jesús nos hemos quedado con el momento menos favorecedor, ni la resurrección ni la ascensión, exceptuando la época ñoña de la navidad y sus almibarados christmas, preferimos ver al Redentor clavado a dos palos con con cara de hemofílico comatoso. Lo débil vende más, hoy no adoramos a júpiter porqué los primeros cristianos se lanzaban gustosos a las fauces de las bestias del Coliseo y fichamos a las nueve porqué al señor duque no le pareció oportuno ahorcar al menesteroso artesano cuando este empezó a quejarse de los impuestos. Pesonalmente me alegro de no dar culto al emperador y de que el artesano, lejos de pender de un abedul, haya prosperado y celebre Papa Noël haciendo la compra en Harrod´s con la visa de la empresa. Pero todo tiene un límite.
Al débil puede exigirsele que se haga perdonar su condición haciendo gala de ella, esto es que acepte ante la comunidad sus limitaciones y corresponda con gratitud las ayudas que esta dispone para su desarrollo. Un débil que pretende parecer fuerte es ridículo y en cierta medida contraproducente; lo peligroso es el fuerte que pretende parecer débil para conseguir una posición privilegiada que no le corresponde: que un paralítico aparque en un vado es una temeridad que normalmente se salda con una sanción administrativa; que un atleta olimpico aparque en la plaza de minusvalidos haciendo uso de una autorización falsificada es una sincera cabronada.
Tal es el caso de la economía de mercado que padecemos. Una de las cosas que más he escuchado en este último curso ha sido que "el Estado sólo debe intervenir en la economía en aquellos casos en los que se de un fallo del mercado". Dicho de otra forma, el Estado es la red donde cae el mercado cuando los agentes privados ejecutan deficientemente sus demenciales acrobacias. ¿Que es un fallo del mercado? ¿acaso es un fallo del mercado que la mayoría de la población mundial esté bajo el humbral de la pobreza? ¿o quizás que la juventud de los países desarrollados no tenga un empleo digno?. No, es una situación en la que los mercados no organizan eficientemente la producción o la asignación de bienes y servicios para los consumidores. Para los economistas, el término se aplica cuando la ineficiencia es particularmente dramática, o cuando se sugiere que una institución fuera del mercado (como el gobierno, una institución pública o un colectivo de personas asociadas) podría ser más eficiente y producir mejores resultados que iniciativas privadas. Un fallo de mercado es una situación en la que los agentes privados ven peligrar la estructura que tanto les favorece: Monopolios, oligopolios, crisis de producción o consumo...
Es en esa ocasión en el que la economía pide ayuda al estado para que les saque del atolladero en el que tan concienzudamente se han metido.
Veamos el bonito caso de la Crisis del 29.
"El 29 de octubre de 19299, conocido como Jueves Negro o El Gran Crash, se inició la mayor crisis mundial que el capitalismo haya conocido jamás. Todo empezó con la caída en picado del precio de los valores que se cotizaban en la Bolsa de Wall Street. La bajada masiva del valor de las acciones arruinó a muchísimos inversionistas, cerró empresas y bancos, condenó al paro a millones de personas y trasladó el mismo problema a muchas naciones. Para contrarrestar el ciclo económico depresivo existente en EEUU, Keynes propuso políticas economicas anticíclicas. Keynes sostenía los principios del liberalismo econonomico clásico (seguramete para no ser tildado de comunista, pero proponía la intervención del Estado en aquellos casos en que se viera perjudicado. Creía que una redistribución de los ingresos y el aumento de la tasa de empleo, reactivaría la economía. Estas políticas anticíclicas consisten en una intervención masiva del Estado en la economía. Esta intervención se dio a partir de 1933, cuando en marzo gana las elecciones el demócrata Roosevelt. Al conjunto de medidas políticas, sociales y económicas adoptadas por la administración Roosevelt entre 1933 y 1937 para sacar a EEUU de la situación de depresión en la que se encontraba desde 1929 es a lo que se llamó New Deal; que consistió en una regulación de la economía favoreciendo las inversiones, el crédito y el consumo, lo que permitiría reducir el desempleo".
En suma, el Estado se endeuda para ayudar a la economía y lo consigue. Lejos de seguir (o volver) a esta saludable política, los economistas, en su mayoría, claman para que el Estado lance al mercado lo que hasta ahora a constituido en muchos países la prerrogativa irrenunciable de las naciones civilizadas como es la sanidad pública o las pensiones de jubilación. De nuevo la fortaleza del débil: como un niño mimado la economía del mercado se aleja agresivamente de lo que podría ser su protección, se cae, lloriquea y cuando se le ha curado vuelve a las andadas a sabiendas de que por mucho daño que se haga siempre va a tener alguien que vele por su seguridad. Porqué no nos engañemos, la claudicación estatal de la decada de los 70 y 80 frente a las tesis neolibarales suponen una situación de privilegio para el mercado que no le corresponde. El mercado ya no es débil, es muy fuerte pero pide más. Las peticiones de antaño quizás fuesen en pos de la consecución de unos resultados que a la larga supusiesen el bien común. Así nos vendieron la moto, a nadie se le ocurió esgrimir esa gran verdad según la cual dentro del mercado solo se alcanzan los objetivos individuales, que el bien común sólolo biene con una gestión centralizada de los recursos de mano del Estado y los Servicios Público. Según la lógica capitalista los barrios de Pan Bendito o La Mina no tendrían ni alumbrado ni asfalto en sus calles, y sin embago tan aberrante situación en ningún caso puede ser considerada dentro del bien común.
Logicamente por lo dicho anteriormente podemos deducir en primer lugar que las esferas gestionadas por el mercado son tendentes a generar grandes injusticias y, en segundo lugar, que el axioma por el cual el mercado es el gran generador de óptimos paretianos (según el cual una alternativa es mejor que otra si algo mejora sin que nada empeore) es una falacia siniestra.
A partir de la década de los 70 doctrinas perniciosas hicieron que el mercado usurpase las funciones del Estado tildándolo de poco eficiente y derrochador. Si entendemos que el bienestar social es la suma del bienestar individual de TODOS los miembros de una comunidad y comparamos el bienestar de los individuos a día de hoy con el de los ciudadanos del welthfare state de los sesenta veremos que el bienestar social en términos concretos se reduce proporcionalmente a la liberalización del sector público(al respecto del concepto de bien común recomendamos la lectura del capítulo 21 de "capitalismo, socialismo y democracia" de Schumpeter, que no reproducimos aquí debido a las limitaciones de espacio, tiempo y porqué se dedica más a aspectos políticos que a económicos cómo los que nos ocupan). Abandonamos la sociedad del bienestar en pos de un modelo conservador corporativista que se reduce practicamente a funciones de subsidariedad desde que a cuatro árabes les dio por subir el precio del petroleo cuarenta años ha.
La economía de mercado de hoy en día es fuerte y débil a la vez. Es débil porqué todavía no cuenta con métodos coactivos basados en la fuerza propios en puridad y, por ello, sigue estando sometida al arbitrio de los Estados en muchos sitios del globo. Es fuerte porqué despues de mutilar los brazos que el Estado y los gobiernos podrían haber empleado para corregir esta situación sabe que tiene a la masa de población como rehen frente a los políticos electos. Ejemplo de esto último es que a ningún gobernante occidental se le ocurriría nacionalizar el sector privado a sabiendas de que las grandes empresas huirían del país dejando al grueso de la población en la miseria.
Resumiendo, que hemos malcriado a la criatura y ahora no sabemos que hacer con ella a sabiendas de que se nos va a comer. No sería descabellado aplicar la "théorie de la circulation des élites" de Pareto (a quien los economistas se vanaglorian de conocer y citar) para hacer una breve y seguramente descabellada predicción de futuro.
Según nuestra opinión (y seguramente la de Pareto) vamos hacia la desaparición del Estado y la hegemonía del sistema de mercado a nivel global. Vamos hacia el auge de la política de la escasez en todos los ámbitos de la vida pública y una gestión de la misma ajena a los valores que creemos subsisten en nuestra forma de organización política. El Senado de Roma siguió existiendo incluso después de la desaparición del Imperio de occidente como un solemne símbolo anacrónico y sin otra función que mantener la farsa de un sistema político obsoleto y sin ningún valor más hallá del dintel de la puerta del edificio donde se reunía. Por desaparición del Estado entendemos la pérdida de las facultades que desde Bismarck hasta Tatcher han supuesto, en mayor o menor medida, la prueba de que el pueblo era gobernado de iure y de facto por políticos electos y no por siglas crípticas y remotas juntas de administración.
A modo de comentario final diremos que el drama de la fortaleza del débil sobreviene cuando al débil se le hace fuerte sin antes enseñarle a comportarse como tal.

viernes, octubre 20, 2006

Dios, el Hombre, la Globalización y el Mercado

Todo está conectado. Conste que no lo digo yo, sino la campaña publicitaria de un nuevo periódico gratuíto que se anuncia por televisión. El ingenioso spot del da comienzo cuando un individuo tira inocentemente de un cable y continúa con una rapida secuencia de imagenes en las que vemos, entre otras cosas, a Fidel Castro precipitandose tras un tropiezo, una multitud echando abajo una estatua de Sadam Husein y el pinganillo de Bill Gates huyendo de su oreja dando a entender que todas las situaciones estaban relacionadas por el inocente y curioso tirón de una persona anónima. Al final del anuncio podemos leer el nombre del rotativo y bajo este, a modo de lema, "todo está conectado". El anuncio es innegablemente bueno, cumple su fin publicitario y, seguramente, habrá sido objeto de profundos comentarios en innumerables tertulias de sobremesa. Pero se queda corto. Sí, todo está conectado, y lo está hasta tal punto que de ser consciente no nos quedaría más remedio que retirarnos ,a la manera de Thoreau, y vivir de nuestro huerto en lo más recóndito del páramo leonés. Este es un blog que pretende recoger reflexiones y aprendizajes de mi asignatura de Sistema Económico Mundial, ahí es nada... es como pretender que alguien explique resumidamente conceptos como el Universo, el Hombre, la Historia o Dios. Cómo no me apetece estudiar en verano creo que lo más indicado es empezar por éste último, esto es Dios.
Decía hace poco uno de mis profesores de la facultad (vanitas vanitatis, en atención al Sr. Carballo, promotor de este blog, y a menos que los afectados tengan algún interés en aparecer identificados en el mismo, idea tan divertida cómo improbable, no creo que deba incluir el nombre de ningún profesor ajeno a la asignatura-eje de este blog, Sistema Económico Mundial) decía pues mi profesor que en la antiguedad el pueblo creó a sus reyes para que estos les mirasen y dijesen "tu eres mi pueblo". El pueblo, los individuos reunidos en grupos, necesitan de un elemento ajeno a ellos les diga lo que son, quieren que algo les defina como un eco heterónomo de lo que ellos mismos creen que son o quieren ser. "Tu eres mi pueblo" decían los monarcas, pero ¿a que nos recuerdan estas palabras? ¿no usaba el dios de los judíos la misma fórmula para iniciar sus alocuciones, siempre terribles, cuando se dirigía a "su pueblo elegido? Sabemos que el Antiguo Testamento, al igual que el Coran o algunos Evangelios fueron escritos cuando sus supuesto autores hacía siglos que criaban malvas y los hechos que relatan habían sido sepultados in the sands of Time. Sin embargo todos "sabemos" que Yahve habló a Moises en el Sinaí para dictarle unas normas de obligado cumplimiento para los Israelitas; nos consta que Alá, mediante el Arcangel Gabriel, dictó a un camellero analfabeto una serie de preceptos que mantendrían a la umma unida en el objetivo común de expandir la verdadera religión; tambien conocemos la historia de como el hijo de Dios redimió al hombre de sus pecados y nos dejó, al mandarle de vuelta al Padre de forma tan precipitada y grosera, un sólo mandamiento del que los sucesivos Obispos de Roma han extraído un corpus iure que durante siglos ha definido lo que es y debe ser la Cristiandad. Al parecer Dios tiene el feo vicio de apostar a tres bandas o más y competir con más de un caballo en la carrera del mundo. Personalmente desconfiaría de alguien que dice amarme más que a nadie si al día siguiente me entero de que al vecino le arrulla con la misma aseveración... Claro que siempre podrá pensar que el vecino es un mentiroso o un iluso, e incluso si veo a la persona amada pasando más tiempo con el vecino que conmigo podría interpretarlo cómo un intento por darme celos o una manera sútil de decirme que he hecho algo mal y que debo enmendarme o quedarme sólo. En fin, con el escepticismo que da haberse criado en colegio de curas, tiendo a pensar que Dios no define a su pueblo, es el pueblo el que se inventa a Dios para que le diga como es o debe ser. En las guerras de religión los hombres no se espanzurraban en el campo de batalla para defender a Dios, sinó para defender su identidad como pueblo en su grado más alto de sacralidad. El afgano piojoso no hace la Yihad para extender el Islam, sinó para expulsar de su casa a quien pone en entredicho lo más preciado del individuo: su identidad. Ahora que ya sabemos a lo que se dedica y cual es el origen de Dios(bueno, no lo sabemos, sólo propongo) falta atribuirle una naturaleza. Centrandonos en el mundo cristiano, la naturaleza de Dios ha variado a lo largo de los siglos: arrianos, armenios, coptos, apostolicos romanos y una larga lista de sectas lucharon a todos los niveles en los primeros tiempos del cristianismo sobre menudencias de la identidad divina y sus ad lateres. Pronto el monopolio de determinar la naturaleza divina y su voluntad quedó reservada al sucesor de Pedro en la Ciudad Eterna de los católicos. En este momento Dios no es la expresión plena de la identidad de los pueblos, sólo de forma parcial es aceptada la naturaleza divina: encarna únicamente aquellos aspectos del individuo considerados positivos y pasa a ser un instrumento que justifica el orden feudal en todos sus niveles y ámbitos. Dios no es sinó la manifestación de lo que en terminos freudianos llamamos superego. ¿que pasa con la faceta oscura de los individuos? tambien existe un dios para ella, sólo que se llama Satanás (el adversario) y su compañía es poco recomendable. Las competencias de Dios y el Diablo varían de manera difusa según las necesidades del tiempo, lo que antaño es bueno ahora es malo y tú jodido siervo vete a arar mis campos mientras me cepillo a tu hija en la era porqué así lo ha dispuesto Dios.
Pasa el tiempo y Dios y el diablos desaparecen del consciente colectivo cómo algo de relevancia. ¿ha desaparecido Dios? No, Dios y el Diablo se han fundido de nuevo. Antaño Dios era una especie de ecuación determinada por la suma de todo lo positivo de los individuos y el Diablo la suma de todo lo tenido por malo. Igual que pasa cuando juntas en un vaso agua fría y caliente, el Dios y el Diablo han perdido su naturaleza y hasta su nombe tradicional al integrarse en algo cuyo significado está determinado por la suma total del la totalidad de valores, acciones, actitudes y tradiciones de la totalidad de los individuos del mundo. El nuevo dios es una globalidad esquizofrénica producto, en mayor o menor medida, de las acciones de la humanidad al completo. La naturaleza de Dios es la globalización, es el lago en el que desembocan en mayor o menor medida e intensidad las acciones de cada individuo, desde las del mayor ejecutivo de la mayor multinacional hasta las de la señora Gregoria que baja cada domingo al mercado de la plaza. Ahora no hay un Papa o un Pope que digan al pueblo como debe ser en nombre de Dios, ahora el pueblo sin intermediarios determina a cada segundo lo que Dios es. Me decían mis curas que incluso el movimiento del más pequeño músculo del hombre era voluntad de Dios, ahora el hombre, moviendo el brazo, determina lo que Dios es, y por ende, lo que él hombre es y debe ser. pero ¿que es el individuo?
Esta es una cuestión mil veces más difícil. Cómo sólo soy un estudiante supongo que nadie pretenderá que resuelva en un blog un asunto tan complicado cómo este. Aprovechando que todo lo que aquí digo se refiere, directa o indirectamente, a/al Sistema Económico Mundial creo que lo más pertinente es referirse al hombre en su faceta más sencilla y acorde con el objeto de esta asignatura, esto es el homo economicus.
El Homo Economicus es aquel que desarrolla su actividad vital en un escenario de recursos límitado condicionado por sus infinitas necesidades y, por lo tanto, está obligado a actuar de forma eficiente, esto es, satisfaciendo de la mejor manera sus necesidades recurriendo a una límitada cantidad de recursos. El Hombre económico nace de la escasez. Mal vamos. Si entendemos al hombre de la manera descrita, aislándolo de facetas de caracter más espiritual o emocional, es casi obligado afirmar que el buen Dios del hombre económico será aquel que le permita satisfacer en mayor o menor medida sus necesidades (Dios proverá , que se dice en lo pueblos). Pero no es así, o no para todos. El Dios de hoy es producto del hombre de hoy, y por lo tanto no entiende de "facetas de caracter más espiritual o emocional" tan solo de cómo satisfacer las necesidades de sus fieles, y sus fieles son la expresión pura y aséptica del hombre económico. Puntualicemos, no existe un bunker donde obesos caballeros con sombrero de copa fuman habanos y planean formas de destruir el mundo entre estertóreas risotadas, no hace falta. El bunker de gordos taímados existe, pero en él habita la señora Gregoria que compra muslitos de pollo al lado de acalorados financieros que hacen lo propio con acciones y bonos. La doña Gregoria volverá a casa y pasará la tarde empanando muslitos para la cena de los nietos y los ejecutivos regresarán a sus hogares, acariciarán a los niños y abrirán una botella de Dom Perignon para brindar con su esposa por lo bien que ha ido la jornada bursátil gracias a unas acciones de una empresa sudamericana de alimentación, incluso a los retoños se les llenará el fondito del vaso con champagne, ¡que contento está papi hoy!
Lo que ni papi ni la "señá" Gregoria sabrán cuando se acuesten es que ésta con sus muslitos de pollo y aquel con sus acciones han conseguido arruinar a los avicultores del Perú y reforzar el mercado armamentístico gracias a su apoyo a "Muslipollo S.A." de capital norteámericano ligado a "Warefare Proud Company".
Así es, a nuestro humilde entender el Dios del Hombre actual es lo que se ha venido a llamar Globalización, es tan omnipresente cómo el antiguo pero bastante más eficaz en sus acciones. Dios estaba por encima de todo, pues era el creador de todo, el Alfa y Omega; la Globalización no es sinó donde se junta todo lo que el hombre económico hace, es un conducto, libre de cualquier limitación, donde se junta la totalidad de acciones de los individuos.
Dios tenía iglesias y catedrales, la Globalización también: se llama mercado y mercados, es en ellos donde las "oraciones" de los fieles encuentran su plataforma de despegue. Me consta que el Dios antiguo solía prestar más atención a los principes de la Iglesia y a los del mundo secular, a los llamados "poderosos", La Globalización también es más sensible a los ruegos de los principes de hoy, a los que saben a donde dirigir sus oraciones con mayor eficiencia, a los que se han adaptado al concepto de homo económicus de manera exacta y han recibido las bendiciones del Dios nuevo por su acertada conducta. Resumiendo, los que sigan fieles a los principios del viejo Dios serán menos queridos a los ojos del Nuevo que aquellos que le han dado una patada en el culo a Yahvé y han aceptado en sus corazones la buena nueva de que el reino de la Globalizción ya está aquí, y es de este mundo.
"¿Es que los ricos no cree en Dios ni tienen valores?" preguntará alguién que no ha entendido nada de lo que digo. Por fuerza quien hoy en día es rico no puede creer en Dios ni tener valores "a la antigua". Entiendo que cuando digo rico me refier a los Ricos con mayuscula (aquella gente que detenta fortunas descomunales y que, además, tiene influencia sobre otros seres de los que saca mediante métodos poco honestos recursos que legitimamente no le pertenecen). Claro que cuanta mayor riqueza se tiene necesariamente más sospechosos son los métodos que se han empleado en obtenerla, pero que no se den por aludidos los venerables ancianos que encuentran a Dios en Los Jerónimos, abrevan en Milford y cenan en Lhardy. Son un residuo de épocas pasadas que parieron a la Criatura que ha crecido amamantada por la inconsciencia, ingenuidad y maldad de todos y cada uno de nosotros.
Llegados a este punto supongo que mi profesor, Sr. Carballo, estará considerando seriamente mandarme al otro grupo de la asignatura, y no le falta razón. Aquí he escrito sobre teología, filosofía, ciencias sociales y políticas, es decir, de todo lo que concierne al individuo a excepción de la economía (a menos que tengamos en cuenta las veces que he hecho mención directa a la asignatura, ya se que siempre un poco traída por los pelos...) pero coño, perdón por el taco, por algun sitio tenemos que empezar. Si vamos a hablar del Sistema Económico Mundial desde un punto de vista subjetivo lo mejor es que empecemos a conocernos y a asentar las bases sobre las que se desarrollará el contenido de la asignatura. Por eso, para hacerme perdonar este, el siguiente artículo va a ser una segunda parte (intentaré hacerlo más corto y ameno) introduciendo, ahora sí, lo que hemos empezado a dar en clase, el Estado y Keynes.

jueves, octubre 12, 2006

El Primer Día


Somosaguas es un lugar mágico. Dicen los expertos enólogos de lo oculto que en la tierra existen zonas donde las energías telúricas se manifiestan con más intensidad que en otras: el triangulo de las Bermudas, Santiago de Compostela, Jerusalen, Lasha, Chichen-Itza...
Nunca en mis 5 años de carrera vi a Iker Jiménez en la Moketa ni al difunto Del Oso en el bar, pero puedo asegurar que en Somosaguas pasan cosas que desafían la lógica más elemental. "Mas al caso discurrid", desde que llegué a la facultad he oído historias que se repiten cada año: una antigua carcel de mujeres, camareros ex presidiarios, el menú de lujo de los docentes, la épica historia del destierro de los estudiantes de economía y políticas en los tiempos del dictador...
No se si estos mitos tienen algo de cierto, pero el soberbio aplomo del edificio, sus bosques y la misteriosa silueta de un Madrid lejano y próximo a la vez ayuda a introducir un aura de misterio a la Facultad de políticas.
Es extraño, Somosaguas es una ciudadela sitiada por su entorno, se dice en Madrid que los estudiantes de políticas somos extraños, una rara avis en el ñoño y ramplón ambiente universitario de la Capital. Sé bien lo que digo: viví 14 años en Barcelona y estudié un año en Derecho. Frente al monclovita de Derecho el estudiante de Ciencias Políticas se presenta como un heroe romántico de épocas pretéritas, que lucha desde fuera de la convencionalidad contra lo establecido en una batalla de antemano perdida. Mis compañeros de Derecho solían manifesar sorpresa, curiosidad y cierto desasosiego al saberme estudiante de políticas. Yo no soy un guarro como a los que estaban acostumbrados, y mi preocupción por los asuntos materiales y "practicos" en nada desmerece el que puedan manifestar las nietas de Enterría, pero aun así siempre me daba a conocer como estudiante de Políticas antes que de Derecho. ¿por qué? sencillamente porque los contrastes que se dan en Somosaguas son la garantía de una formación más completa a todos los niveles que las que pueda recibir un complaciente y engominado habitante del Paraninfo.
Somos los parias del mundo universitario (con mis respetos a Filosofía), pero gozamos de profesores de más talla profesional que esos oscuros catedraticos que se aferraron a las faldas de la Universidad cuando, al terminar su carrera descubrieron que en el mundo real los tria iura praceptae eran una gilipollez; se nos relaciona con lo más bajo y guarro de la sociedad, pero vivimos sitiados por una masa de chalés dotados de ejecutivo, rubia oxigenada, campeón, princesita y Bobi, el fiel mastín que se empeña en arremeter con libinidosa euforia el muslo de los "eleganes" invitados a la barbacoa del domigo después de misa; Se nos dice que nuetra carrera acaba en el Inem o en Mc Donals, pero seguims hasta el final como una banda e lemigios al báltico; se nos dice que nuetra carrera no sirve, pero sus conversaciones de café y puro acaban en un apaleamiento de ciegos para arreglar el mundo...
En fin, ¿a que viene esta perorata verborreica? pues a decir como el pasado día once de octubre, tras la clase de Vestrynge tuvimos la primera de Sistema Económico Mundial. Otro contraste, hay profesores que dictan, otros explican y otro ambas cosas, pero el Sr. Carballo no hace ninguna de las tres (por el momeno). A pesar de tener apellido de amo de un pazo, contabandista de las rias baixas, percebeiro o detective de los ochenta, Don Roberto Carballo parece uno de esos tecnicos acostumbrados a pasar el día en un think tank hablando de management y de leadership aplicado al policy maker.
De repente parece que el aula se ha convertido en el último piso del Chrisler y la clase en la junta directiva de una gran empresa en crisis destinada a adaptarse o desaparecer. Al rato los ejecutivos de la junta son informados por el nuevo miembrode que para sacar adelante la empresa en la coyuntura actual (vamos, aprobar la asignatura) es necesario adaptarse a una serie de procedimientos basados en nuevas filosofías empresariales que obligan a la junta a un trabajo casi diario según un planing detallado del que se nos hace entrega. Cunde el panico y la incertidumbre, algunos miembros de la junta manifiestan sotto voce su intención de fugarse a la empresa del piso inferior que sigue funcionando según procedimientos y criterios más ortodoxos. Personalmente estuve a punto de unirme a la turba profuga, pero esa puñetera voz interior que de vez en cuando dice "coño, ¿y por que no?" se manifiesta imperiosa y me obliga a permanecer en la empresa abocandome seguramente, a un setiembre cundido.
Quiere el Sr. Carballo que la mitad del tiempo de su asignatura se emplee en clases, resúmenes de noticias, lecturas y una cosa extraña de música y política. La otra mitad consiste en trabajos en grupo acerca de un tema concreto a nuestra elección y la creación de weblogs grupales e individuales como éste. Nos Explica Don Rafael que el individuo es parte del grupo y el grupo parte de un todo llamado clase, un eslabon en la cadena de aprendizaje (esta cursilería la digo yo resumiendo) y que uno de los pilares de la clase va a ser la interrelación de los componentes.
Por supusto ofrece la posibilidad de examinarse según metodos mas convencionales, pero el lóbrego giro que adquiere su tono al ofrecernos esta posibilidad disuade a no pocos de aceptarla.
Pasamos, conforme a lo descrito en el planing a formar grupos. El mío es de lo más internacional: Ned (de Leeds), Covi (medio alemana) y, como colofon del cosmopolitismo, javi, uno de Burgos.
Cuando nos juntamos a hablar no sabemos si tenemos que escojer un tema para el trabajo o desarrollar un nuevo diseño de monovolumen familiar para la General Motors, y es que no estamos acostrumbrados todavía a la metodología del Sr Carballo. El tema que escojemos es el plano económico de la cooperación internacional. Covi dice que le parece que a D. Rafael no le ha gustado mucho; ya veremos...
Se acaba la clase, el aula vuelve a ser aula y los alumnos salimos a fumarnos un piti deseando que se acabe el día para empezar el puente del Pilar que, por lo que parece, nos vamos a pasar creando blogs y escudriñando periodicos para que la junta directiva no decida prescindir de nuestros servicios y nos mande, con todas las recomendaciones de rigor, a setiembre.

Cuestión general


Durante una temporada y hasta que consiga ver como funiona este blog, lo usaré como parte de la asignaura de Sistema Económico Mundial de cuarto de ciencias políticas de la UCM.
Este blog es y será por un tiempo parte integrante del proceso formativo de dicha asignatura, esto es que de momento habrá sobre todo comentarios referentes al curso, a la asignatura y a la materia e economía mundial.
Por suerte, como parte de la asignatura, puedo publicar aquí comentarios acerca de lo humano y lo divino siempre que tenga una mínima relación con asuntos de interés, ya sea en el campo de la política, de la economía o de la sociedad.
En otro orden de cosas me gustaría decir que me alegro de tener una excusa para editar un blog. El llevar un diario siempre me ha parecido una memez. No quiero ofender a nadie, pero cuando se ha sufrido 16 años bajo la tiranía de una hermana mayor se aprenden cosas bastante útiles. Una de ellas es que cuando un individuo disfruta tirandose boca abajo sobre la colcha roja de la cama con las piernas flexionadas para escribir las experiencias sexuales de un/a prepuber ("querido diario, hoy me ha mirado" o "Viqui es una puta traidora que me quiere quitar a jaime") normalmente es un individuo que tiene poco que decir (aunque lo dice, que es peor).
Para ser sinceros debo decir que he leido pormenorizadamente cuantos diarios han caido en mis manos (bueno, solo los escritos adolescentes de mi hermana con su ridiculo cierre en forma de corazón) y siempre he experimentado gran vergënza al ver lo que los humanos pretenden legar a la posteridad.
Por estas y otras razones este blog nace con el firme propósito de ser abrrido hasta la nausea. Intención cuyo cumplimiento está garantizado por su relación con Sistema Económico Mundial.